En 1999, el premio nobel de Economía Amartya Sen publicó lo que posiblemente sea su obra más famosa: “Development as Freedom”. En ella argumenta que el proceso de desarrollo de los países debería entenderse más que como un proceso de acumulación de riqueza como uno de expansión de las libertades. Y es a través de la capacidad que tengan los individuos para ejercer estas libertades lo que les permitirá procurarse el tipo de vida que valoran y, por lo tanto, desean alcanzar. El paradigma analítico que propone el profesor Sen es particularmente conocido porque ofrece una nueva forma de entender la pobreza en el mundo: el enfoque de capacidades. Es decir, que la pobreza se entiende no como la escasez de ingresos, sino como la ausencia de aquellas capacidades críticas (económicas, políticas o de otra naturaleza) que impiden al ser humano ejercer su libertad. Sin embargo, este enfoque también nos ofrece un marco analítico útil para valorar y analizar la importancia y funcionamiento de las instituciones que la sociedad ha ido formando a lo largo de los años. Por ejemplo, la democracia y el libre mercado.
La reflexión cobra relevancia en estos días en Perú (y antes, en otros países de América Latina) al observarse los cuestionamientos planteados sobre ambos sistemas (en el mejor de los casos) hasta las intenciones de desmontarlos (en el peor de ellos). Los efectos devastadores de la pandemia, la recesión económica, o incluso previo al COVID-19, la corrupción y la desigualdad en el acceso a oportunidades, son algunos factores que permiten entender el contexto.
No obstante, bajo la perspectiva de desarrollo descrita, la importancia fundamental de la democracia y el libre mercado no está en que siempre generan los resultados más eficientes o equitativos, sino en que promuevan el ejercicio de nuestras libertades políticas y económicas, respectivamente. Por ello, cuando sus resultados son subóptimos (como efectivamente ha ocurrido en no pocas ocasiones), más que un llamado a desmontar estas instituciones es una advertencia por identificar sus fallas y corregirlas, por ejemplo, fortaleciendo las capacidades de aquellos ciudadanos menos favorecidos para ejercer sus libertades en igualdad de condiciones y en un clima que fomente la empatía. De esta reflexión es que pueden surgir distintas líneas acción específicas que los Estados pueden implementar: asegurar la mayor participación política de las minorías, limitar los abusos de posiciones de dominio, equilibrar los poderes de negociación o establecer redes de protección social que garanticen el acceso equitativo a derechos económicos y sociales a los segmentos más vulnerables. En otras palabras, el camino hacia el desarrollo de los países sí puede estar asociado a un Estado más fuerte, pero más fuerte para promover y extender la capacidad de agencia de los ciudadanos, no para limitarla.