Artículosenero 2, 2023por 02023, año complejo

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Eduardo Jiménez, jefe del Sistema de Información

Hay razones para ser optimistas. Las fortalezas macroeconómicas del país, siguen ahí: persiste el orden en las cuentas fiscales y tenemos un banco central de lujo.

A juzgar por como cierra este 2022, el próximo año se ve complejo. La crisis política y social que viene atravesando nuestro país, y el inicio de la campaña electoral, serán factores que potencialmente enrarecerían el clima de negocios durante el 2023.

¿Cómo cierra 2022?

Luego de un primer semestre de relativo alto crecimiento (3.6%), la economía peruana mostró una fuerte desaceleración durante el tercer trimestre (1.7%). Al pobre desempeño que ya venían mostrando los sectores primarios, en particular la minería, por los conflictos sociales, se sumaros los sectores no primarios, principalmente por la manufactura de alto valor agregado, pero también por la fuerte desaceleración del comercio y los servicios. Si a esto le sumamos que la campaña navideña estuvo muy por debajo de lo esperado, a pesar de la entra del proyecto Quellaveco, la economía habría cerrado el 2022 con un crecimiento de alrededor de 2.7%.

Durante este año, la incertidumbre política dio una muestra de lo dañina que puede ser para la economía. Así, las expectativas empresariales (a tres meses) se han mantenido todo el año en terreno pesimista alrededor de los 35 puntos (donde 50 es neutral). Con ello, llevamos más de 20 meses en esa situación, el periodo más largo desde que se registra esta variable. Como correlato, la inversión privada se mantuvo sin variación durante los tres primeros trimestres y cerraría el año en negativo. Si bien ha contribuido en ello la caída de la inversión minera, la no minera no se ha reactivado.

Un 2023 con bajo crecimiento

Para hacer proyecciones para el 2023 es necesario definir los supuestos: el panorama internacional y el panorama político nacional. Respecto de lo primero, está claro que el próximo año será menos favorable ya que la batalla que libran los bancos centrales de todo el mundo contra la inflación hará que la economía global se desacelere. Como ha indicado el Fondo Monetario Internacional (FMI), el crecimiento mundial sería revisado a la baja hacia 2%. A pesar de ello, la buena notica es que China crecería por encima del 4%, dado que ya no habría confinamientos por el covid-19 y a la baja base de comparación de este año. Con ello, el precio del cobre se mantendría alrededor de su cotización de largo plazo: US$ 3.60 la libra.

Respecto del panorama político nacional, se asume que la presidenta Dina Boluarte se mantiene en el cargo con apoyo del Congreso y que, si bien se anticipa la conflictividad social, se mantiene el orden. Por tanto, no debería haber ningún cambio en la fecha del proceso de electoral ya casi definido para abril del 2024. Además, no se descartan medidas populistas por parte del Congreso.

Bajo ese escenario, la economía peruana crecería apenas por encima del 2% durante 2023 apoyada sobre todo en las exportaciones, por la entrada de Quellaveco, y el consumo privado, que se mantiene relativamente resiliente a pesar de la precarización laboral. La inversión privada retrocedería tanto por la caída de la minera, como por el estancamiento de la no minera, producto de la incertidumbre. La inversión pública se contraería producto de la entrada de las nuevas autoridades subnacionales.

La inflación, que se mantiene por encima del 8% a la fecha, debería acelerar su caída desde mediados de 2023, fundamentalmente por el efecto de una alta base de comparación, cerrando en 3%. El tipo de cambio, bajo los supuestos descritos antes, debería seguir a la baja. Los costos de financiamiento seguirían al alza durante el próximo año debido a que los bancos centrales seguirían elevando, aunque a menor ritmo, las tasas de interés de referencia para hacer frente a la inflación.

Riesgos

A diferencia de hace un año, en el que el balance de riesgos tenía un sesgo claramente negativo, hoy este es más equilibrado. Para empezar por la parte negativa está claro que los principales riesgos provienen del panorama político y social. El gobierno de transición, que encabeza la presidenta Boluarte, podría tornarse tortuoso debido al inmanejable incremento de la conflictividad social, lo cual inclusive podría derivar en una renuncia de la jefa de Estado. De otro lado, ya desde mediados del próximo año, el proceso electoral podría comenzar a calentar y verse una alta polarización, con candidatos radicales encabezando las encuestas. Esto, sin duda, nos podría volver a poner en la misma situación de la segunda vuelta 2021. Por el lado externo, la situación de la economía mundial podría complicarse y ver recesiones tanto en Estados Unidos como en Europa. Si esto ocurre, el crecimiento de China sería menor y, en consecuencia, el precio del cobre podría corregirse fuertemente a la baja. Pero hay razones para ser optimistas también. Si la presidenta Boluarte logra mantener baja la conflictividad social, es decir, proceso de transición ordenado, y las preferencias electorales se decantan en contras de los radicalismos, podríamos ver un mayor crecimiento durante 2023. No debemos olvidar que las fuerzas democráticas lograron detener el intento de golpe de Estado del expresidente Pedro Castillo y que la mayoría de la población apoyó la salida de este. Además, es claro que las fortalezas macroeconómicas del país, a pesar del nefasto gobierno de Castillo, siguen ahí: persiste el orden en las cuentas fiscales y tenemos un banco central de lujo.

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