Artículosmarzo 21, 2023por 0Pobreza en la vejez

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Álvaro Monge, socio de Macroconsult

Desde hace algunos años, la economía peruana ha venido experimentando un proceso de transición demográfica a partir de la cual la población de las cohortes de mayor edad crece a un ritmo más acelerado que las cohortes de menor edad. Esto es particularmente notorio cuando se analiza el grupo de 65 años a más, el cual casi se triplicaría al año 2050. Es decir, pasaría del nivel actual de aproximadamente 2.6 millones de adultos mayores a aproximadamente 7.6 millones. O lo que es lo mismo pasaría de representar el 8% de la población total de peruanos a casi 17% en 30 años en línea con una pirámide poblacional que se va ensanchando en la parte medio-alta. La implicancia de esta transición desde un punto de vista de políticas públicas es que aumenta el riesgo de pobreza en la vejez, sobre todo en el contexto de países en vías en desarrollo (como el caso peruano) donde coexisten sistemas previsionales imperfectos, elevada informalidad laboral y escases de recursos ficales para financiar sistemas de protección no contributivos. Como consecuencia, el país sería incapaz de producir pensiones adecuadas forzando a que muchos adultos mayores tengan que trabajar a pesar de la evidente perdida de productividad que ocurre con los años.

Para analizar ello, junto con Gabriel Guevara de Macroconsult tabulamos algunas cifras del mercado laboral peruano para esta cohorte usando la Encuesta Nacional de Hogares del INEI para el año 2021. Encontramos que de los 2.6 millones de adultos mayores más de 1.2 millones o bien trabajan, buscaban activamente un trabajo o estaban disponibles y dispuestos a trabajar. Es decir, casi la mitad de esta población de alguna forma no estaba cómoda con la idea del retiro. Una de las razones de esta situación es la escasa cobertura del sistema previsional donde únicamente alrededor del 40% de las personas mayores de 65 años pertenece a algún sistema previsional o al programa pensión 65. Mas aun en un contexto donde se mantiene vigente la posibilidad del retiro de hasta 95.5% de los afiliados al sistema privado, solo una fracción de ese 40% finalmente accederá a una pensión durante su vejez. El resto usará sus fondos en algún emprendimiento o como mostró Mariano Bosch y sus colegas del BID en un estudio del año 2020 otros lo gastará rápidamente o invertirá “en vehículos con retornos menores a la inflación”. Por ello, es perfectamente entendible la decisión de los ciudadanos mayores de 65 años de generar o complementar ingresos, algunas veces a partir de otras rentas o transferencias familiares, pero en la mayoría de casos a partir de una búsqueda activa de opciones laborales.

Lamentablemente es ahí donde la pérdida de productividad o capacidad de trabajo empieza a jugar en contra. Regresando nuevamente al universo de 1.2 millones de adultos mayores con alguna disposición por trabajar, el 90% sí logra insertarse (poco más 1 millón de personas) aunque en condiciones realmente precarias. Por ejemplo, el empleo generado es mayoritariamente informal (88%), sobre todo independiente (70%) y con un ingreso que en casi el 75% de los casos no supera el valor de una RMV (usando el nivel de S/ 930 vigente en 2021).  En pocas palabras la limitada cobertura del sistema previsional peruano es reemplazada por un mercado laboral que penaliza al trabajador (en este caso mayor de 65 años) con empleos inestables y de baja remuneración. Es posible intuir los efectos negativos sobre la salud mental y física que dichas condiciones laborales podría estar generando. Por ello, solo en el extraño caso que el adulto mayor acceda a una pensión y además logre insertarse en el mercado de trabajo de forma adecuada (por ejemplo, consigue un empleo formal) los ingresos que logra construir en la vejez llegarían a cerca de S/ 4,000 mensuales en promedio (en términos reales). Sin embargo, esta es la realidad para menos del 5% de adultos mayores. Para el resto, los ingresos totales no solo se ubican por debajo de los S/ 1,000 mensuales en promedio, sino que existen grupos (sin empleo o sin jubilación) donde a duras penas los ingresos alcanzan los S/ 200 mensuales en promedio.

Lo que permite concluir este panorama es que sin una reforma del sistema de pensiones vinculada a la construcción de esquemas de protección social mas amplios, no existe espacio para ser optimistas respecto a la pobreza en la vejez. Hoy día los niveles de pobreza para los adultos mayores de 65 años esta ligeramente por debajo del 20%, pero las tendencias de mediano plazo no son nada favorables. Con una economía que se desacelera es de esperar un mercado de trabajo más estrecho (sobre todo para los segmentos de menos productividad), con niveles de informalidad elevados (que limitan el alcance de los sistemas previsionales basados en el ahorro desde la planilla) y menores recursos fiscales (que impiden extender programas de subsidios). Además, en el largo plazo, la propia transición demográfica hace más probable la situación de abandono en la vejez o por lo menos la contracción de redes de soporte familiar.

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