Gonzalo Ruiz Diaz, economista asociado de Macroconsult
Actualmente, el Registro Nacional Científico, Tecnológico y de Innovación Tecnológica (Renacyt) cuenta con 6114 investigadores registrados de los cuales un 32% son mujeres y el resto (68%) varones. Las áreas del conocimiento en las que menor participación tienen las mujeres son las de ingeniería y tecnología (23.4%) y ciencias agrícolas (24.2%), y las de mayor participación son las de ciencias médicas y de la salud (40.6%) y humanidades (31.9%). En ninguna de las áreas superan o se acercan al 50%.
Estos resultados pueden parecer inesperados o paradójicos si examinamos las cifras recientes de acceso a educación universitaria por género. Según SUNEDU al 2020 el 10.8% de la población peruana cuenta con estudios universitarios completos, no existiendo diferencias estadísticas en la participación correspondiente a hombres y mujeres. Según la misma fuente, la mayor parte de dicha población es urbana, siendo los porcentajes de participación urbano-rural de 12.8%-1% respectivamente en el caso de las mujeres y de 12.9-2.2% en el caso de los hombres.
Participación (%) de Investigadores Registrados en Renacyt, por Sexo
Fuente: Renacyt (2023)
¿Qué explica entonces las diferencias de participación entre hombres y mujeres en el campo de la investigación? Dos hipótesis parecen ser las más plausibles. Según una reciente publicación de Carmen Chavez (“Genero y Educación Superior”, 2022, Sunedu), si bien existiría paridad en el acceso a la educación universitaria, se pueden registrar diferencias importantes en las participaciones de hombres y mujeres en las matrículas, según carreras. Así, por ejemplo, según datos de INEI al 2018, mientras en carreras vinculadas con tecnología de la información y comunicación, apenas un 16% de la matrícula de pregrado corresponde a mujeres, y en ingeniería civil un 30%; en otras carreras relacionadas con educación o salud y bienestar, los porcentajes son de 70% y 72%, respectivamente. Existirían carreras y/o campos del conocimiento con un alto nivel de masculinización y feminización, encontrándose entre las primeras aquellas vinculadas con tecnología (mecánica, metalurgia, electrónica, ciencias de la computación, minería, ingeniería civil) mientras entre las segundas destacan las áreas vinculadas al cuidado (educación inicial, obstetricia, trabajo social, enfermería). A nivel de posgrado, se aprecian diferencias similares, aunque con aumentos en la participación masculina en algunas carreras vinculadas al cuidado.
Estos resultados sugieren que una posible explicación de la menor participación de las mujeres en el campo de la investigación, está vinculada con los patrones de elección de especialidades y carreras a nivel universitario, las cuales se verían fuertemente influenciadas por el alto nivel de masculinización en las áreas relacionadas con la ciencia y tecnología. Una mayor participación femenina, implicaría en este caso remover barreras culturales y sociales que promuevan un mayor acceso a un conocimiento diversificado.
Una segunda hipótesis estaría relacionada con el aspecto generacional. Si bien como se mencionó existe actualmente paridad en el porcentaje de hombres y mujeres con título universitario, esta se ve influenciada principalmente por el mayor acceso de estudiantes mujeres de entre 21 a 35 años respecto de los hombres (14.2% frente a 11.9%). En el caso de edades mayores, aun se observa una mayor participación de hombres. Si bien no existen cifras recientes de la edad promedio de los investigadores, datos del Censo Nacional de Concytec (2016) mostraban que más del 70% de estos se encuentran en un rango de edad superior a los 40 años. Es decir, existen aún relativamente pocas investigadoras jóvenes. Promover una mayor participación de profesoras e investigadoras jóvenes en las planas docentes de universidades y centros de investigación, incentivando sus logros en investigación, contribuiría a revertir gradualmente estos resultados.