El 2020 ha sido un año de destrucción masiva de empleo con escasos antecedentes en la historia económica del Perú. Sólo en Lima, el reporte del año elaborado por el INEI da cuenta de una reducción promedio de alrededor de 23% en comparación con el 2019. Además, esta reducción fue particularmente aguda en el segmento femenino (-26%), juvenil (-30%) y de baja calificación (-34%). Si bien es esperable que con el rebote de la economía de este 2021, que ojalá no se vea perturbado por el contexto electoral, el empleo regrese a sus niveles iniciales y recupere su senda de expansión, el contexto generado de inserción al mercado laboral para los jóvenes puede tener consecuencias no deseables de largo plazo.
En efecto, existe abundante literatura que muestra que la coyuntura económica que enfrentan los jóvenes en la primera inserción al mercado laboral importa sobre la calidad del empleo que estos obtengan y delinea la trayectoria laboral que experimenten durante su vida. Así, por ejemplo, jóvenes que se insertan en períodos de alto desempleo tienden a recibir menores ingresos, trabajan un menor número de horas, tienen mayores tasas de pobreza y mayor dependencia de los padres, y estos impactos se proyectan hasta por décadas. Por ejemplo, los economistas Hannes Schwandt y Till Von Wachter publicaron en 2019 un artículo de investigación (Unlucky cohorts: Estimating the long term effects of entering the labor market in a recession in large cross-sectional data sets) con datos de casi 40 años de Estados Unidos en el cual se muestra que en este país un incremento de 5 puntos porcentuales en la tasa de desempleo reduce los salarios en alrededor de 19% durante el primer año de experiencia laboral, en 13% cinco años más tarde y cerca de 5% una década después. Además, entre quienes no logran alcanzar estudios superiores los impactos son hasta 30% más negativos.
Pero los impactos van más allá de lo laboral. En otro estudio aún preliminar (Socioeconomic Decline and Death: Midlife Impacts of Graduating in a Recession), los mismos autores muestran que las personas que entraron al mercado laboral en la recesión de inicios de los 80’s enfrentan en su edad media mayores tasas de mortalidad y/o divorcios.
El 2020 y este 2021 configuran un escenario sumamente negativo para los jóvenes que, por mala suerte, empezaron o empezarán a ofertar su mano de obra. Algunos podrán tomar acciones mitigantes, como prolongar su vida académica o apelar a redes de contacto, pero la gran mayoría, en particular los más vulnerables, enfrentará un mercado laboral hostil. Por ello, conviene preguntar a los candidatos de esta contienda electoral, ¿qué medidas implementarán para facilitar la inserción de los jóvenes en esta coyuntura laboral compleja?