A poco más de un año de la declaración del estado de emergencia en el país, y las consecuentes medidas de restricción adoptadas por el Gobierno, el segmento de la población que viene siendo afectada de manera particular, aunque no directamente, es aquella compuesta por niños, niñas y adolescentes. Los efectos que la pandemia está dejando en este grupo es particularmente importante debido a los impactos en el largo plazo que tendrían tanto en su desarrollo personal como en el desarrollo económico del país. Para ello, en particular, el presente artículo se centra en tres aspectos relevantes para el desarrollo de dicha población: salud física, escolaridad y situación de vulnerabilidad.
Uno de los temas que con mayor frecuencia se han abordado durante los últimos 10 años es el relacionado con la anemia, sobre todo por los impactos de largo plazo que implica. En uno de los estudios recientemente publicado por UNICEF, se estima que, al cierre del 2020, se habría dado un aumento en la tasa de anemia de 10 puntos porcentuales, esto es, tasas de anemia de alrededor del 50% de la población menor de 36 meses, solo como consecuencia de la reducción de los ingresos en los hogares. Aun cuando se espera una mejora para el 2021, esta tasa estaría lejos de la situación pre pandemia, asemejando tasas de anemia de hace 7 años.
Pasando al ámbito de educación, uno de los estudios realizados por el Banco Mundial para el caso de los países de América Latina, estima una reducción de 1.3 años de escolaridad producto del cierre de las escuelas durante 10 meses, tanto a nivel de la región como para el caso peruano. Dicha reducción podría llegar incluso a 1.7 años si es que las escuelas se mantienen cerradas por 3 meses más. Así, la pérdida del aprendizaje de un estudiante promedio de la región es cuantificado a través de pérdidas en los ingresos anuales estimados en $ 1,313 (PPA 2017).
Finalmente, un ámbito de particular interés es la situación de vulnerabilidad de niños, niñas y adolescentes, la cual está relacionada al incremento de factores de riesgo que enfrenta esta población dentro del hogar y que se han visto incrementados por el cierre de las escuelas. No se cuentan con datos exactos a nivel nacional que permitan dimensionar los impactos; sin embargo, el Banco Mundial y la OMS han indicado el aumento de episodios de estrés y ansiedad, mayor riesgo de violencia familiar producto del estrés en el hogar y, además, un mayor riesgo de violencia física y sexual contra niños, niñas y adolescentes.
Los retos del siguiente gobierno son bastante grandes y complejos, por ello es necesario identificar de la manera más amplia posible los efectos que la pandemia ha dejado y seguirá dejando en la población. Esto permitirá priorizar y focalizar intervenciones, que deberán ser abordadas de manera integral para preservar y recuperar el capital humano que se está viendo afectado y cuyos efectos no se verán inmediatamente, pero que sí jugarán un rol importante dentro de 5 años a más.